Cruza la calle caminando un perro
que por su dueño ha sido abandonado.
Lleva la carga de ese cruel destierro:
tristes los ojos y el andar cansado.
Un alma buena que se acerca tiende
su mano amiga a aquel desheredado.
Primero teme, y luego agradecido
mueve la cola a uno y otro lado.
Perro inocente, no pediste el hombre,
un alma cruel que en tu ambular delatas.
Quisiera para siempre darte nombre
y acabar con tu pena en cuatro patas.
Como a hacerte ese daño no hay derecho,
ven a mi casa que obtendrás cobijo.
Aquí hallarás esa comida y ese techo
que merece de Natura cualquier hijo.
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